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Un día la mano izquierda le dijo confidencialmente a la mano derecha:
- Mira, nosotras trabajamos todo el día, mientras el estómago no hace nada.
Las piernas escucharon y dijeron:
- Tiene razón, nosotras también estamos cansadas caminando todo el día para comprarle alimentos al estómago y él sólo come sin hacer nada para conseguirlo.
La mano derecha gritó:
- Hagamos huelga, no le demos comida al estómago. Que él se las arregle si quiere.
Entonces habló el estómago:
- Amigos, ustedes están pensando mal. Nuestros trabajos y aptitudes son muy diferentes, pero la verdad es que dependemos muchísimo los unos de los otros.
Los brazos le gritaron:
- Cállate. Esos son los argumentos de un vago. Desde ahora no vas a comer nada, absolutamente nada.
Pasaron unos días.
- ¡Ay, qué débil me siento! –se quejó un brazo al otro.
- Yo también, no sabes lo cansado que me siento…
Las piernas se quejaron:
- Nosotras apenas nos podemos mover.
Y todas las partes del cuerpo decían lo mismo. Todos se sentían desfallecer.
Entonces el estómago habló:
- Yo también me siento débil. Si me alimentan podré trabajar de nuevo y ustedes y yo nos sentiremos mejor.
- Bueno, vale la pena probarlo –dijo la mano derecha.
Y las piernas con mucha dificultad llevaron el cuerpo a la mesa, las manos cooperaron y metieron la comida en la boca.
Al poco rato las manos exclamaron:
- Ya nos sentimos mejor.
Todos los miembros del cuerpo decían lo mismo. Entonces comprendieron que todos los miembros del cuerpo deben coooperar si quieren conservarse con buena salud. Y el estómago no comprendió que el depende del trabajo de los miembros y que debe repartir por igual con lo miembros todo lo que a él llegue.

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